El 3 de octubre cumplí un año de vivir en el nuevo destino que ya dejó de ser nuevo. Me
siento adaptada al lugar. En cierta forma tranquila. He logrado crear una
rutina que ha contribuido a mi paz interior. Ya conozco mejor el ambiente que
me rodea así que evito al máximo situaciones de conflicto. Ya sé dónde se
compran las cosas que necesito. Sé cómo moverme por las calles y conozco las
direcciones. Conozco más gente y he hecho amigos. Manejo mejor el idioma y lo
que se espera a la hora de vestirse, hablar, comportarse.
Ya no soy ajena a mi entorno, hasta cierta forma me siento parte de esta ciudad y de este país. Ya tengo una casa para llamar hogar, sentirme cómoda, conocerla mejor. El sentimiento de pertenencia crece cada día.
Me tomó un año.
Ha sido un año difícil, de confrontarme al igual que a la sociedad de la que por ahora formo parte. Ahora veo más claramente los cambios en mí y en mi percepción hacia esta vida expat.
Así como la tierra tarda un año en darle la vuelta al sol, como se ve claramente que empieza y termina el ciclo de la naturaleza, veo el ciclo de la adaptación. Así me siento ahora, como si el ciclo del inicio turbulento se terminara y llegara la tranquilidad, la rutina, el flujo normal de la vida.
Pero llegar aquí no ha sido para nada fácil. Se ha necesitado invertir mucha energía y empeño para adaptarse. Es que, es adaptarse a una nueva vida, cultura, ciudad, país, trabajo, colegio, gente, idioma, tradiciones, cultura, sociedad, clima. Es conocer gente y hacer amigos. Es buscar una casa, un carro, un trabajo; es construir buenas relaciones con vecinos, amigos y empleados. Es arreglar una casa para sentirla hogar. Es hacer que todo funcione como venía funcionando en otro ambiente.
Es empezar de nuevo.
Y se logra. De alguna forma se logra con mucho esfuerzo y eso se ve después de un año. Para algunos el proceso de asentamiento toma seis meses, para otros no menos de 12.
Y no estoy
sola con esta apreciación. Lo he oído en muchísimos expats que dicen que el
primer año es difícil porque es el de acostumbrarse y que luego de esa
adaptación se empieza a disfrutar el nuevo post.
Pero en la vida expat, una vez se está adaptado, es la hora de marcharse. Y ahí es cuando se repite el ciclo de la inestabilidad, el movimiento, lo desconocido, conocer, esforzarse en invertir energía otra vez en lo mismo, lograrlo, adaptarse e irse.
¿Hasta cuándo?
Siento que hay que ponerle punto final al ciclo porque este ciclo tiene la característica de convertirse en un círculo vicioso.