Árbol del desierto

Árbol del desierto
A quien amas, dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse. - Dalai Lama

Tuesday, May 26, 2015

El relativismo

Como lo dije en el post anterior, la vida en el exterior, especialmente si se cambia de destino tan seguido –como yo lo he hecho-, promueve el relativismo.

El relativismo es un concepto filosófico que sostiene básicamente que todos los puntos de vista son igualmente válidos, que no existe una verdad ni validez universal, y que toda verdad es relativa al individuo.

Superficialmente el relativismo puede parecer bueno. Bueno cuando se valoran diferentes culturas y se está en contra del absolutismo, el etnocentrismo y el universalismo cultural. Bueno cuando se entiende que no hay culturas superiores a otras, que hay formas diferentes y muy válidas de ver el mundo, de hacer las cosas. Bueno cuando se fortalece el respeto y la tolerancia por la diferencia.

Bueno cuando es lo que el antropólogo Franz Boas definió como el relativismo cultural. Esa teoría basada en el concepto de que todos los sistemas culturales son esencialmente iguales en cuanto a su valoración; y que las diferencias entre distintas sociedades surgen como resultado de sus propias condiciones históricas, sociales y/o geográficas.

Hasta cierto punto el relativismo es bueno.

En esta vida de expat se oyen a menudo frases relacionadas con el relativismo y el concepto es fácil de incorporarlo en la propia vida. “Tu verdad no es necesariamente mi verdad”, “no se puede/debe juzgar al otro”, “el que sea libre de pecado que tire la primera piedra”, “todo depende”, “en esta vida todo es relativo”. Al conocer tanto, tantas formas de vida, tantas mentalidades, tantas formas de hacer las cosas llega un momento en que no hay un piso común donde todos estamos de acuerdo con lo que está bien y lo que está mal (aquí no toco temas como matar o robar).

Así por ejemplo, escupir en la calle está mal para mí pero bien para los habitantes del lugar X que limpian su aparato respiratorio en sitios públicos. La desigualdad entre hombres y mujeres está mal para mí pero los que viven en el lugar Y dicen que la discriminación es una forma de proteger a la mujer de trabajos arduos. Botar basura en la calle está mal para mí pero botarla en una ciudad sucia no es grave, igual para eso se pagan impuestos, dicen.

Es cierto que la vida expat le abre a uno muchísimo la mente, le da la opción de no sólo viajar sino adentrarse en la cotidianidad de culturas tan diferentes. Pero también, esa misma amplitud genera un piso falso donde pararse. Ese piso que ha sido construido con las creencias y valores a lo largo de su vida en una sociedad, de pronto deja de ser tan firme y ya no se comparte con los que lo rodean. Darse cuenta de que la verdad con la que uno creció no se aplica necesariamente en todos los casos puede resultar frustrante y confrontar sus propios valores constantemente. Es como no hablar el mismo idioma todo el tiempo. No entenderse.

Esto ciertamente crea conflictos porque fácilmente se incorpora la mentalidad de que en la vida todo es válido, para qué creer que algo está bien si nadie más lo respeta entonces yo lo hago también.

El mismo Platón criticó el relativismo por sus consecuencias en el plano ético y político -haría imposible saber qué está bien, mal, qué es justo, injusto, etc.- y además, haría imposible alcanzar el conocimiento.


Y eso hay que tenerlo muy presente cuando uno es expat. Hay que tener valores muy fuertes para creer que no todo es válido y que sí existe el bien y el mal. Y ser lo suficientemente firmes para no dejarse llevar por la corriente de otras prácticas.

Monday, May 25, 2015

Las historias que trae la vida expat

Una de las cosas positivas que tiene la vida de expat es la cantidad de gente que uno conoce y el privilegio de conocer sus historias de primera mano. Es que la comunidad expat abarca, literalmente, todo el mundo. Por eso, deja de ser exótico conocer gente de lugares tan apartados del propio país.

Hace poco hablé con Janine (no es su nombre real) y me contó que en las vacaciones de verano visitará a sus papás pero que no tiene muchas ganas de ir porque el viaje es muy duro.

Me contó que para ir a Palestina debe viajar a Jordania y luego en la frontera con Israel coger un taxi que la lleve a la ciudad de sus padres cerca de Jerusalén en territorio palestino. De hecho, es pegado a Jerusalén sólo que está divido por un muro, “El muro”, me dice con ojos tristes.

El puesto de control en el borde es problemático, según ella, porque maltratan a los palestinos. Una espera que no dura más de tres horas se convierte en una pesadilla de horas sin fin. Depende del oficial para encontrar buen o mal humor, un trato justo o injusto, un grito o una explicación. La última vez que viajó a ver a sus papás tardó seis horas esperando con sus hijos menores de edad en la frontera porque a la oficial de turno caprichosamente le dio por dejar pasar a todos menos a ella.

Es interesante oír las historias de la gente, cómo las personas ven, entienden y explican su realidad. Cómo, según sus propias palabras, los trata el mundo, la vida. Un expat está en permanente contacto con otros mundos, otras realidades, otras historias de vida con cara y cuerpo que se presentan frente a él o ella. Y sólo de él o ella dependerá estar atento a esas realidades -porque en la vida internacional es fácil cerrarse y vivir en una burbuja-. Por eso uno, entiende mejor el ser humano en su extensión. No es fácil escandalizarse con comportamientos o formas de vida porque ellos tienen una cara conocida delante.


Y eso lo da ser expat porque la gente alrededor viene de familias, contextos, religiones, tradiciones, países, ciudades, pueblos, muy diferentes a los de uno. Y ahí está también el reto, como se diría en inglés, mantener firmes los principios y valores que uno tiene para no dejarse mover el piso. 

Llega un momento en que todo se vuelve relativo. !El famoso relativismo!

Monday, May 18, 2015

Volviendo al origen

Hace meses rondaba en mi cabeza la idea de dejar esta vida de expatriada, para unos tildada –exageradamente- de cómoda. Ya estaba viendo las desventajas especialmente ahora que mis hijos entran a la adolescencia y se aferran más a sus amigos. 


Dejar nuestro último post en Nepal fue muy difícil. Decirles adiós a los amigos, al colegio, los colegas, al trabajo, la ciudad, la gente, los que trabajaban con uno, los del mercado, la tienda, el restaurante, y un largo etcétera, fue complicado. Para resumir, dejar atrás una vida ya organizada es muy duro. Y empezar otra es aún peor.

Ahora encuentro una razón aún más fuerte para dejar la vida internacional. Vivimos en Nepal varios años y todos en la familia lo amamos. En mi caso, no sólo quise su gente sino que pude conocer de cerca su cultura, su geografía y un estilo de vida muy diferente al mío. Hoy, con esa tristeza que me invade desde hace casi tres semanas y que antier creció con el nuevo terremoto, veo otra razón enorme para dejar la vida de expat.

Hace 18 días me sentía impotente por no estar allá en el país asiático, no acompañar a mis amigos, ayudar y básicamente estar juntos y presentes en este terrible momento. Ayudaba desde aquí, en mi nuevo post, como podía: diseminando información, haciendo donaciones, hablando con todos sobre cómo es Nepal para crear solidaridad con los nepalíes. Pero en el segundo terremoto y en todas las réplicas que ha habido, siento que los efectos psicológicos, económicos y sociales son tan demoledores en los que están allá que he pensado que gracias a dios no estamos allá. Y hasta pensé que si yo estuviera ahí con mis hijos, saldría del país por su seguridad.

Me siento terrible al pensar que yo desde aquí no puedo hacer nada y que como no es mi país tengo la opción de no volver. A pesar de querer volver, el tiempo ahora no es el mejor y además mi esposo se reúsa.

Siento que desde mi “cómodo” puesto de expat, la tragedia me toca el alma pero no puedo hacer nada. Más allá de tener un vínculo de amor con el país, no tengo más. No tengo vínculos de sangre ni de trabajo ni económico. No soy necesaria allá. Nadie me espera ni nadie me necesita. Porque sí, viví allá y tuve amigos y conocí pero más allá de eso no hay nada más.

Y eso me parte el corazón.



Por eso, este blog no hablará exclusivamente de lo positivo que es vivir en el exterior, esa idea de vida expat tan rosa que a veces se tiene. Este blog hablará de la realidad de migrar a otros países, acomodarse, y luego marcharse. Será también como un camino de regreso a nuestro país de origen, porque el viaje a nuestras raíces ya empieza.